Comentario
La Exposición Internacional de Barcelona de 1929 constituyó un gran acontecimiento para la ciudad de Barcelona, no sólo desde el punto de vista cultural y económico, sino también desde el ideológico, el urbanístico y el arquitectónico.
El esfuerzo constructivo i urbanístico que supuso nos dejó como herencia una gran cantidad de palacios, pabellones y construcciones diversas: el Teatro Griego, el Pueblo Español, el Estadio Olímpico, los palacios de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, el Pabellón de la Ciudad de Barcelona, la Casa de la Prensa, las Torres Venecianas, la Fuente de Jujol, etc. Desgraciadamente muchas de las construcciones desaparecieron inmediatamente después de la clausura de la Exposición, y otras fueron demolidas a lo largo del siglo XX, en muchas ocasiones para ser sustituidas por otros edificios más al gusto de las nuevas modas, que no por eso más adecuados a las funciones requeridas.
El año 1905 el arquitecto, erudito y político catalán Josep Puig i Cadafalch publicaba un artículo en el influyente periódico de la época "La Veu de Catalunya" con el título de "A votar! Per l´Exposició Universal". En él, el político solicitaba el voto para el Partido de la Lliga Regionalista. Pero iba más allá, reclamaba una nueva Barcelona, que se había de materializar gracias a la celebración en la ciudad de una nueva exposición universal que, al igual que la celebrada en 1888, sirviera para catapultar a Barcelona hacia la modernidad y el futuro.
La idea propuesta planteada por Puig i Cadafalch encontró un magnífico valedor en la persona de Francesc d´Assís Mas, uno de los dirigentes de la institución empresarial Fomento del Trabajo Nacional. Mas asumió plenamente el rol de portavoz del proyecto, y fue él quien llevó a cabo todas las negociaciones con las instituciones y organismos oficiales que se implicaron en la realización de la nueva exposición. Fruto de su constante trabajo fue la creación, el año 1913, de una comisión mixta encargada de la organización del evento. En ella se encontraban representantes del Fomento Nacional del Trabajo y del Ayuntamiento. El cargo de comisarios de la organización recayó en Françesc Cambó, Joan Pich i Pon i en el propio Josep Puig i Cadafalch.
Una vez decidida y aprobada la celebración de la Exposición, se dio inicio a un debate abierto y polémico sobre la elección del lugar en el que se celebraría la misma. De hecho, la ciudad se encontraba en pleno proceso de expansión y ofrecía diversas posibilidades, todas ellas con ciertos atractivos o justificantes lo suficientemente razonables como para ser elegidas. Los lugares que saltaron a la palestra fueron:
1. El Gran Bosque, cerca del río Besós.
2. La plaza de las Glorias Catalanas
3. Una solución mixta entre las dos primeras, unidas por una gran avenida, propuesta por el arquitecto Manuel Vega.
4. Los terrenos de la Ciudadela, en donde ya se había celebrado la Exposición Universal de 1888. Esta cuarta propuesta, menos ambiciosa y menos costosa que las restantes, era defendida con el argumento que otras ciudades (París, por ejemplo) ya habían celebrado varias exposiciones en un mismo emplazamiento.
5. La barriada de Galvany, por encima de la avenida Diagonal, con el razonamiento lógico de urbanizar la ciudad en dirección a la denominada "Zona Alta" y los núcleos de Sarrià y Sant Gervasi.
6. Montjuïc, que ya había sido comenzada a urbanizar tímidamente desde el año 1872. Presentaba el grave inconveniente de ser el único emplazamiento de los propuestos que no era llano. Hasta aquel momento ninguna ciudad del mundo había celebrado una exposición internacional en un espacio que no fuera llano.
Finalmente se adoptó una decisión drástica y que acarreó mucha polémica al elegir la última de las opciones, la montaña de Montjuïc, con la explanada en la que se encontraba el cruce de la antigua carretera de Madrid y la Gran Vía de las Cortes Catalanas, que acabaría siendo la plaza España.
Dos fueron los aspectos que generaron la polémica de la elección:
1. Se contradecía el Plan Jaussely. Este plan, del arquitecto francés Léon Jaussely, había ganado el concurso internacional convocado por el Ayuntamiento de Barcelona el año 1903 bajo el lema: "Concurso Internacional sobre anteproyectos de enlace de la zona del Ensanche de Barcelona y de los pueblos agregados entre sí con el resto del término municipal de Sarrià y de Horta". El plan criticaba la monotonía y la capacidad de adaptarse a la realidad topográfica de Barcelona del Plan Cerdà. A pesar de no llevarse a cabo en muchas de sus partes, el Plan Jaussely fue el fundamento sobre el que se asentó toda la nueva urbanística y la arquitectura barcelonesa de la primera mitad del siglo XX. Además este Plan potenciaba más la zona de la plaza de las Glorias Catalanas, en el extremo opuesto de la Gran Vía de las Cortes Catalanas, emplazamiento totalmente llano y, en principio más apropiado para la celebración de la Exposición, amén de lindar con las barriadas industriales de Sant Martí y del Poble Nou. Por si esto fuera poco los organizadores se encontraron con la oposición de aquellos que habían especulado con la posibilidad (para muchos la más probable) que la zona de las Glorias Catalanas fuera la elegida, comprando terrenos a la espera de poder venderlos a mejor precio para la exposición.
2. El segundo punto de discordia, ya apuntado anteriormente, era la propia topografía de la montaña de Montjuïc. En aquella época era una montaña casi sin urbanizar, abrupta y apartada de la ciudad.
De hecho, se trató de una decisión bastante arriesgada para la época. Por otra parte no dejaba de ser sorprendente que la decisión surgiera de la Lliga Regionalista, y que optará por un lugar llamado plaza España en detrimento de otro llamado de las Glorias Catalanas, con la connotación política, social y cultural que ello conllevaba.
La montaña de Montjuïc se comenzó a urbanizar el año 1872 a raíz de los estudios urbanísticos realizados por Ildefons Cerdà que acarrearon la creación de nuevos barrios entre los que se encontraban los de Sant Beltrà, de los arquitectos N. Aran (1867) y J. Fontseré (1875), y el de La Fransa, del arquitecto J. Amargós (1890).
Pocos años después, el mismo Josep Amargós presentó el anteproyecto que supuso el inicio definitivo de la recuperación de la montaña para la ciudad de Barcelona.
Cuando, en 1914, el espacio fue definitivamente seleccionado para la celebración de la Exposición de 1929, Montjuïc fue declarado espacio de utilidad pública.
A pesar del interés declarado en el proyecto, éste se fue materializando de manera lenta, hasta el punto que, en el momento de inauguración de la Exposición, algunos de los elementos más significativos de la misma, como la Fuente de la plaza España, aún no se habían acabado.
Podemos diferenciar dos fases en la construcción de los palacios, pabellones e infraestructuras de la misma: 1917-1923 y 1927-1929.
Entre 1917-1919 se produce el ajardinamiento de diversas fincas de la montaña de Montjuïc, a cargo del arquitecto francés Jean-Claude Nicolas Forestier.
Entre 1919-1923 se procede a la construcción de los palacios de Alfonso XIII y de Victoria Eugenia, según proyecto de Josep Puig i Cadafalch, así como la Urbanización de Miramar, en la que intervinieron diversos arquitectos: A. Font y E. Saigner (1917); Jean-Claude Nicolas Forestier (1919) y F. Romeu (1919).
En la segunda fase, entre 1927-1929, se llevó a cabo la construcción de los restantes palacios y pabellones, bajo la dirección de diversos arquitectos, y la
construcción del Juego de Agua y Luz, según proyecto y dirección de Carles Buïgas.
El 19 de mayo de 1929 se inauguraba oficialmente la Exposición Internacional de Barcelona.
En 1930 se procedió a la demolición de los pabellones y de parte de los palacios. A pesar de ello algunos de los elementos de la exposición se conservaron, destinándolos a usos culturales o lúdicos:
- Palacio Nacional, que se convirtió en Museo de Arte de Cataluña (actual Museo Nacional de Arte de Cataluña) en 1934.
- Palacio de las Artes Gráficas, readaptado en Museo de Arqueología de Cataluña. Las obras se iniciaron en 1932 y se inauguró oficialmente en 1940.
- Palacio de la Agricultura, que fue destinado a Mercat de les Flors (Mercado de las Flores) e instalaciones deportivas.
- Pabellones de la Metalurgia, Comunicaciones y Transportes, Textil, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, convertidos en pabellones de la Feria de Muestra de Barcelona.
- Palacio Real, actualmente residencia de la familia real española en sus visitas oficiales a la ciudad o a Cataluña.
- Pueblo Español.
-Teatro Griego.
- Estadio Olímpico.
- Fuentes, jardines, cascadas y escaleras.
Los edificios del complejo de la Exposición de 1929 son un magnífico ejemplo de la arquitectura académica que imperaba en Cataluña durante la primera mitad del siglo XX, una vez acabado el modernismo, formas también vigentes en Europa y en Estados Unidos.
Lo realmente importante de la concepción de los palacios no fue, en ningún momento, su estilo, sino la sucesión de elementos compositivos y espaciales. De hecho, lo que se pretendía era establecer una serie de ejes y simetrías que realzaran la importancia del eje principal plaza España - Palacio Nacional.
De todo el conjunto podríamos destacar el Pabellón de Alemania, diseñado por el arquitecto Mies van der Rohe, demolido en 1930, pero reconstruido entre 1983 y 1986.
Otro aspecto que quisiéramos destacar son los jardines. De entre todos ellos son especialmente interesantes los proyectados por Jean-Claude Nicolas Forestier y su colaborador Nicolau Maria Rubió y Tuduri. El primero fue contratado personalmente por Francesc Cambó, uno de los comisarios de la Exposición. Su concepción del jardín se identificaba plenamente con los idearios Noucentistes de recuperación de la cultura tradicional mediterránea como rasgo definidor de la cultura catalana. Los dos artífices, sin entrar en consideraciones políticas, intentaron sintetizar en sus jardines todas las culturas que habían desarrollado a lo largo de la historia los jardines en el Mediterráneo; eso sí, realizando una reinterpretación de los modelos totalmente libre y personal.